Cuando
se habla del aborto, siempre se procura hacer desde la abstracción pero se evita ver que es lo
que se quiere eliminar. Quizá este testimonio ejemplifica que es lo
que se mata en un aborto.
Mi
nombre es Gianna Jensen. Tengo 19 años de edad. Soy originaria de
California pero ahora resido en la ciudad de Franklin, en Tenesee.
Soy adoptada y sufro de Palasia Cerebral. Mi madre biológica tenía
17 años y 7 meses y medio de embarazo cuando decidió abortarme por
el proceso de inyección de agua con sal. Yo soy la persona que ella
abortó. Viví en vez de morir.
Afortunadamente
para mi, el abortista no estaba en la clínica al yo nacer a las 6:00
AM del 6 de Abril de 1977. Me apresuré; no esperaban mi aborto hasta
las 9 AM, cuando el abortista llegaba a su oficina. Estoy segura de
que de si el hubiera estado allí, yo no estaría aquí hoy, ya que
su trabajo es terminar la vida, no sostenerla. Hubo varios testigos
de mi entrada a este mundo. Mi madre biológica y otras muchachas
jóvenes que también esperaban en la clínica su turno para abortar
fueron las primeras en saludarme. Me dicen que este fue un momento
lleno de histeria. Luego hubo una enfermera que aparentemente llamó
al servicio médico de emergencia. Estos me llevaron al hospital;
donde permanecí casi tres meses.
No
había mucha esperanza para mi al principio: pesaba solamente 3
libras (1.5 Kg). Eventualmente pude salir del hospital y fui
colocada bajo el cuidado de familias adoptivas. Me diagnosticaron la
palasia cerebral como resultado del aborto. Le dijeron a mi madre
adoptiva que era muy dudable que yo alguna vez siquiera pudiera
gatear o caminar. No me podía sentar por mi misma. A través de la
oración y dedicación de mi madre adoptiva, y más tarde de mucha
otra gente, eventualmente aprendí a sentarme, a gatear y a pararme.
Con la ayuda de soportes en las piernas logré caminar un poco antes
de cumplir los 4 años.
He
continuado con terapia, y después de 4 cirugías ahora puedo caminar
sin ayuda. No es siempre fácil; a veces me caigo, pero he
aprendido a hacerlo con gracia después de 19 años. Estoy
contenta de estar viva. Casi morí. Cada día le doy gracias a Dios
por la vida. No me considero un producto secundario de la
fecundación. un montón de células, o ninguno de los títulos dados
a los niños antes de nacer. No creo que ninguna persona concebida es
ninguna de esas cosas.
He
conocido a otros sobrevivientes de aborto y todos están agradecidos
por la vida. Hace sólo unos meses conocí a otra sobreviviente de un
aborto por inyección salina. Su nombre es Sara y tiene dos años.
Ella también sufre de palasia cerebral, pero su diagnóstico no es
bueno. El abortista, además de inyectar a la madre, también inyecta
al bebé. Sara recibió la inyección en la cabeza; yo vi el lugar
donde la inyectaron. Al hablar lo hago no solo por mí, sino también
por otros que, como Sara, aún no pueden hacerlo y por los
sobrevivientes.
Cuando
es abortado, es llamado un montón de células. ¿Qué es eso? Yo no
veo diferencia alguna. ¿Que ven ustedes?
Muchos
cierran sus ojos.... Lo mejor que tengo para enseñarles a defender
la vida es mi propia vida. Ha sigo un gran regalo. La matanza no es
la solución a ninguna duda o situación. ¡Muéstrenme como puede
serlo!
Hay
una frase grabada en el techo de uno de nuestros edificios que dice:
"Lo que es malo en lo moral, lo es también el lo político".
Estamos derramando la sangre del inocente. América está destruyendo
su futuro.
Toda vida es valiosa.
Es un regalo. Debemos recibir con gozo y cuidar los regalos que recibimos.
Debemos honrar el derecho a la vida.